Abespeciario Carmencita

Laurel para
los triunfadores

¡Oh laurel divino, de alma inaccesible,
siempre silencioso, lleno de nobleza!
¡Vierte en mis oídos tu historia divina,
tu sabiduría profunda y sincera!

¡Árbol que produces frutos de silencio,
maestro de besos y mago de orquestas,
formado del cuerpo rosado de Dafne
con savia potente de Apolo en tus venas!

Invocación al laurel,
Federico García Lorca

premiaba con coronas a los libertadores de ciudades, en sus festines cubrían con ellas sus cabezas y no faltaban en las ceremonias nupciales. Entre las plantas preferidas se encontraban el mirto, así como el olivo (para coronar las cabezas de los atletas victoriosos en los Juegos Olímpicos), y el laurel (para los vencedores en los torneos dramáticos y poéticos).

En la Roma antigua, el laurel simbolizaba el triunfo de generales y soldados y el poder de los gobernantes. Cuando un general regresaba de la batalla habiendo realizado acciones extraordinarias era premiado por el Senado. Entonces desfilaba victorioso, escoltado por sus legiones, mientras a su paso el pueblo le aclamaba. Era un desfile de acción de gracias por haber resultado favorecido en la batalla. Las calles estaban adornadas y perfumadas de incienso, sonaba la música de trompetas, abrían la procesión senadores y magistrados. Después desfilaban los carros cargados con el botín obtenido, los animales, toros blancos que serían sacrificados, los jefes enemigos encadenados que serían ejecuta dos, los prisioneros que serían vendidos como esclavos. Finalmente aparecía el general, montado sobre un carro tirado por caballos blancos y adornados con coronas de laurel. Llevaba la cara pintada de minio, el color rojo anaranjado que representaba la inmortalidad y una túnica cuajada de estrellas doradas. En una de sus manos portaba una rama de laurel, sobre sus sienes se ceñía una corona también de laurel. Detrás de él, un siervo sostenía sobre su cabeza la corona de oro de Júpiter Óptimo Máximo. El siervo, para que el general envuelto en tanta pompa tuviera presente en todo momento las limitaciones del ser humano, repetía: Respice post te! Hominem te esse memento; esto es, «¡Mira tras de ti! Recuerda que eres un hombre (y no un dios)». De aquí procede la frase latina Memento mori, que viene a significar «Recuerda que morirás», y suele usarse en el arte y la literatura en referencia a la fugacidad de la vida. Por otra parte se le atribuía al laurel la virtud de evitar la caída de un rayo. Algunos escritos recogen que, cuando el cielo tronaba, el emperador Tiberio acostumbraba a coronarse con laurel para evitar que los rayos le impactaran. Igualmente se disponían ramas de laurel en la proa de los barcos, simbolizando el triunfo, y se utilizaban las coronas de laurel en las ceremonias que honraban a los héroes difuntos. Incluso, aún hoy persiste la costumbre de arrojar coronas de laurel al mar cuando fallece un marinero. El laurel también tuvo sus detractores, como Pitágoras (siglo VI a.C.), que además de por sus logros matemáticos es conocido por su teoría de la «transmigración de las almas». Para el filósofo, el alma humana era inmortal y podía reencarnarse en forma de ser vivo: hombre, animal o vegetal. Se alcanzaba la pureza espiritual a través del conocimiento y acatando una serie de prohibiciones. Se pedía la abstención del consumo de hojas de laurel y de habas, consideradas impuras. También establecía otra serie de prohibiciones, como no llevar anillo, al calzarse empezar siempre por el pie derecho y al lavarse por el izquierdo, cuando se estuviera fuera de casa no volver nunca la vista atrás, no dejarse poseer por una risa incontenible, no mirarse al espejo junto a una lámpara y no permitir que una golondrina haga su nido bajo tu tejado. La creencia de que el laurel posee virtudes mágicas ha llegado hasta nuestros días. En algunas zonas continúa plantándose este árbol en la puerta de los hogares para ahuyentar los rayos y los malos espíritus. Como símbolo heráldico de victoria y nobleza está presente en el escudo de armas de un buen número de países como Ecuador, República Dominicana y México, entre otros. Tanto las hojas como las flores del laurel se utilizan en medicina tradicional: en tisanas, baños de vapor o en forma de linimento, pues se usa como estimulante del aparato digestivo,